Formación Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria

Curso de Farmacoterapia Cardiovascular, Respiratoria, Nefrología y Urología

Aparato respiratorio

2. ANATOMO-FISIOLOGÍA DEL APARATO RESPIRATORIO

El aparato respiratorio es un conjunto anatómico en el que participan los pulmones, las vías aéreas, partes del sistema nervioso central, los músculos respiratorios y la caja torácica. Su función principal es el intercambio gaseoso, aunque también contribuye al mantenimiento del equilibrio ácido-base, la fonación, la defensa frente a agentes nocivos del aire ambiental y diversas funciones metabólicas.

La vía aérea se subdivide en dos porciones, la superior y la inferior. La superior está constituida por la nariz, donde el aire inspirado es filtrado, humidificado y calentado, la cavidad oral y la faringe. La inferior la constituyen la laringe, la tráquea y el árbol bronquial. El árbol traqueobronquial consiste en un conjunto de vías ramificadas que conducen el aire inspirado hasta las unidades respiratorias terminales. La unidad respiratoria terminal está constituida por los segmentos de la vía aérea situados distalmente a un bronquio terminal; bronquiolos respiratorios, conductos alveolares y alvéolos.

En el pulmón humano existen unos 300 millones de alvéolos. Alrededor de estos se dispone una extensa red de capilares pulmonares. Los alvéolos están cubiertos en su interior por una delgada capa de surfactante; sustancia tensoactiva compuesta en un 85% por fosfolípidos, principalmente de fosfatidilcolina, cuya función principal es mantener la estabilidad alveolar.

La pleura es la membrana serosa que cubre el pulmón y la cara interior de la cavidad torácica. Se divide en pleura visceral y pleura parietal. En el espacio interpleural existe una pequeña cantidad de líquido. Su función es facilitar el movimiento del pulmón en el interior de la caja torácica durante la respiración.

Para realizar el intercambio gaseoso de O2 y CO2 entre el aire y la sangre, los vasos pulmonares se ramifican en una amplia red de capilares, que ponen la sangre en contacto con el aire a través de la interfase alveolocapilar.

La renovación del gas alveolar se consigue por la acción de los músculos respiratorios, que provocan la expansión y compresión cíclica de la cavidad torácica. Como las pleuras parietal y visceral están prácticamente en contacto, el desplazamiento de la pared torácica causa el movimiento de los pulmones, de forma que el cambio de volumen de la cavidad torácica induce un cambio de volumen igual en los pulmones. La expansión de la cavidad torácica disminuye la presión pleural, lo que hace que la presión alveolar sea inferior a la de la  boca, por lo que entra aire hacia los alvéolos. Por el contrario, la compresión de la cavidad torácica eleva la presión pleural consiguiendo que la presión alveolar sea superior a la presión en la boca y se espire el gas pulmonar.